Los gancheros,... "pericia, esfuerzo y valor"


En este apartado recopilo sobre todo dos narraciones publicadas en la red, para dejar con ellas constancia de ese oficio tan curioso y especial de transportar maderadas río abajo por este entorno, acuñado y sufrido por unos hombres esforzados denominados “gancheros”.

Una de las descripciones más espectaculares y que reviven con especial detenimiento esta actividad es la que protagoniza el “tío Joaquín” de Chelva, que seguro os encantará.

Los empresarios o comerciante de esta clase de industria, compraban pinares, y durante el invierno dedicaban una porción de jornaleros a la corta de dichos árboles; después los labraban, y para principios de abril la embarcaban, conduciéndola en carros, cuya operación era costosísima por la composición de caminos, y porque la corta solía verificarse en un terreno escabroso, abriendo carriles a fuerza de peones.

Despues de que la madera estubiera en el río, se retiraban los jornaleros, y los dueños de ella se la entregaban a los madereros. La conducción salía muy cara por la mucha gente que empleaba, ... y además por el muchol tiempo que se tardaba en llegar al desembarcadero; pero esto dependía de la mucha o poco agua que llevara el río, en sus pasos malos o en los contratiempos que solían acontecer en el viaje; pero desde los pinares de Cuenca y deGuadalajara hasta Aranjuez tardaban de cuatro a cinco meses.
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Es de interés mencionar que el denominado al principio de este reportaje, “tío Joaquín”, se presentaba con su tropa de gancheros, que ascendía algunas veces a trescientos hombres, al amo de la madera, y recibiendo de él sus órdenes, se ponía en marcha aquel general en jefe de las aguas del Tajo y del Guadiela, cuyos gancheros le prestaban tanta obediencia y subordinación, como valientes soldados.

El uniforme que vestían esta tropa, era a la típica usanza del país en que nacieron, zaragüelles, faja encarnada, polainas blancas, pañuelo a la cabeza también encarnado, y no usaban más armas que una vara larga con un gancho a la punta, que es más terrible en caso de acometer que las clásicas lanzas.
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Yo tengo un gancho en mi casa de Budia, en un rincón donde he expuesto algunas cosillas antiguas, … y en uno de los sitios más destacados de ese pequeño museo, puse este curioso gancho que fue usado por mi “tio Antonio Escribano” ; ya que tenía un aserradero en la finca donde ahora se siembra el trigo, el garbanzo o la cebada; y por entonces subían los maderos cuando pasaban desde el Alto Tajo por el pueblo de mi madre, Durón,.. y se los subían hasta Budia en caballerías para trabajarlos en su aserradero. (Me contaba mi tía Mercedes Roca, su mujer, que como el tío Antonio tenía familia constructores en Madrid, les vendía muchos andamiajes y sujeciones de madera para las obras). Cuando queráis os lo enseño, no tenéis más que pasar por Budia y si veis los balcones abiertos del número 3 en la plaza, al lado de la fuente …. llamarme y os invito a un vino en mi bodega al tiempo que os enseño los enseres antiguos;… en fin, ... continuemos con el relato:

Aquellos esforzados gancheros con su uniforme blanco, su rostro tostado por los ardientes rayos del sol, su figura colosal los más, su pañuelo calado en forma de chacó y su lanza, parecían una tropa de beduinos que marchaban a conquistar alguna plaza. Este ejército se dividía en vanguardia, centro y retaguardia, cuyas divisiones formaban cuadrillas de ocho hombres, con su jefe, que era un cuadrillero, su ranchero y una acémila, marchando a la cabeza de cada división un mayoral, bajo el inmediato mando del gran ganchero.

La tienda, que era el cuartel general, estaba a retaguardia; en ella se hallaban las oficinas de administración militar, para procurar las raciones a los gancheros, las cuales tomaban y pagaban en los pueblos del tránsito.

También conducía el estado mayor, con el gran ganchero, que es el que dirigía las operaciones de la navegación. La viga mayor, que llamaban la capitana, estaba la última, adornada con ramas, que parecían las velas de un navío, como presidiendo aquella expedición, haciendo alarde con esto de su grandeza, y para que admiraran los mortales lo que el Ser supremo cría en las entrañas de la tierra.

En este estado marchaba el ejército por el río, dominado por veinte o cincuenta mil palos, que marchaban empujados por los gancheros, y caminaban según lo permitía la corriente y los escollos del camino.

El “pré” (salario) de estos hombres era de tres reales; el de los mayorales diez, el de los cuadrilleros cuatro, el de los rancheros uno y medio, y el sueldo del gran maderero, era a proporción de sus méritos y servicios, disfrutando todos ración de pan, vino, y aceite.

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Era digno de notarse el espectáculo magnífico que por algunas partes formaba esta expedición; uno de los sitios para verla, era el de los Chorros, media legua del molino de Buendía, por cuyo punto tarda en pasar la madera, en una distancia de media legua, seis días, a causa de los muchos peñascos que había en el río, pareciendo imposible que pasaran por allí tantas vigas, y algunas de extraordinaria magnitud.

Allí trabajaba el estado mayor; allí trabajaban los mayorales, y allí, en fin, el “tío Joaquín” dejaba conocer su talento, con las acertadas disposiciones y los planes que concebía y ponía en práctica con el mejor cálculo. Ni el mejor ingeniero, ni el hidráulico, ni el arquitecto, formaban con la brevedad que el “tío Joaquín “ unas entabladas, unos puentes, unas encrucijadas, tan firmes, y tan bien concluidas, haciendo del río lo que quería, ya encogiéndole y formando callejones de agua para dar paso a los palos detenidos por los formidables peñascos, y ya ensanchándolo para que corrieran aquellos en más número y con más velocidad.

En aquel paraje se reunía su división, y allí era donde se les veía trabajar a estos toscos ingenieros; mas donde desplegaba su saber e inteligencia el “tío Joaquín” (protagonista real en esta narración con su experiencia en el oficio), es cuando sucedía alguna avenida y dominaba la madera en este sitio: ésta entonces se agolpaba a manera de castillos, formando un laberinto que parecía imposible deshacer; pero impávido nuestro hombre, puesto a la cabeza de sus masas, dictaba sus disposiciones, sin que le amilanara el rugido de las olas, ni el relámpago que se desprendía de la encendida atmósfera, haciendo más horroroso el estampido del trueno en las concavidades de aquel sitio agreste y solitario.

Arengaba con fervor a los suyos, los cuales, con un entusiasmo difícil de explicar deshacían en un instante la gran mole, que el furor de los elementos había agrupado tan formidablemente.

Si la academia de San Fernando hubiera visto trabajar al tío Joaquín en estas circunstancias, no hay duda que le habrían condecorado con la cruz laureada de aquel Santo Rey, en premio de haber deshecho aquel nudo gordiano, que para el mejor matemático hubiese sido un problema difícil de resolver.

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… Cuando pasaba la maderada, formaba una agradable vista las cuadrillas de gancheros, que reunidos en pequeños recintos, construían aquí y allí sus ranchos, siendo otras tantas luminarias sus mal apagados fuegos, los cuales miraban arder, ya en las concavidades de las peñas, ya en las márgenes del río, reflejando su pintoresca luz en las copas de los pinos y en los chorros que saltan de las entabladas.

Los madereros eran muy buenos cristianos, y a pesar de que no pasaban por ningún pueblo, los días de fiesta no perdían la misa, buscándola a cuatro leguas si es menester, que era por lo único que paraban el trabajo, y es seguro que se pronunciarían si les faltase. (…como cosa curiosa, al hilo de este comentario, os digo que a mi padre, el cura le puso una multa por trabajar el domingo.)

No llevaban más equipaje que la ropa puesta, y cada quince días llegaba el ropero con la muda de cada uno, que se la remitían en un taleguito, con su señal o rótulo, acompañado de un presente, el cual consistía en nueces, castañas o manzanas, que siempre es el recuerdo de una madre, una esposa, o una hermana, o el amor de una prometida. El día que llegaba, lo comunicaba por extraordinario a su ejército el general en jefe , y se oían en todas las márgenes del río mil gritos de contento.

Tenían sus toscos telégrafos; se entendían por señales, y así, cuando acontecia que un maderero se cayera al río, los demás subían los ganchos en alto, hacían cruces, y acudían todos en su socorro.

Eran muy diestros, volteaban las vigas en el agua, sosteniéndose en las esquinas, guardando un equilibrio admirable; corrían por el río encima de una viga, pareciendo al Dios Neptuno con el gancho, que desde lejos parece el tridente

Por los meses de Agosto y Septiembre, suelían llegar las maderas a Aranjuez, que era su destino final, y ofrecía en ese lugar una fantástica imagen en su desembarque.

Así como el pintor, el escultor, el actor de mérito, son artistas que aprecia el público, el tío Joaquín de Chelva, era una notabilidad en su profesión, tenía talento, estudio, y mucha práctica, que sin estos dotes no habría podido dirigir tales navegaciones, donde es necesario hacer puentes, entabladas, y otra porción de cosas, todo sobre la marcha, sin más cimiento que las aguas, y sin más material de yeso y clavos, que la broza del río, y el talento del tío Joaquín, por lo que su nombre y el que como él hacían este trabajo, deberíamos no olvidarnos nunca. Espero que esta narración le de un pequeño homenaje.

Le doy desde aquí las gracias a Pedro Pérez Juana, por publicar esta narración de una maredada del año 1845 con el tío Joaquín como protagonista y espero que os haya transmitido con detalle las peripecias y singularidades de este oficio de ganchero.

Absorbidos por la imparable modernidad, hay muchos más oficios y actividades artesanales de antaño que han desaparecido o están en vías de extinción, (muchas de ellas me ha comentado mi padre que ha visto y convivido en Budia “corazón de la Alcarria” y pueblo donde yo nací)… como son el herrero, el guarnicionero, el alpargatero, carbonero, picapedrero...

Hoy en día, la fiesta de los gancheros se celebra desde hace algunos años en el Alto Tajo, en la provincia de Guadalajara, durante el primer fin de semana de septiembre. A través de esta fiesta tratan de mantener el recuerdo de estas actividades rurales tradicionales que han forjado la vida y la cultura de la gente en nuestros pueblos.

El recuerdo del durísimo oficio de los gancheros, transportando troncos a través del Alto Tajo, es hoy por tanto motivo de fiestas, acontecimientos culturales y aliciente para la llegada de turistas a esta zona de nuestra región.

En las plazas de muchos pueblos de la ribera del Tajo se oyen a veces comentarios y narraciones como estas y para, no repetir, pero si insistir, ... os publico otra de esas narraciones descrita en primera persona por su protagonista, para complementar así en este apartado las peculiaridades de esta actividad tan especial de los gancheros (en ella, se hace mención también de que expertos gancheros venían precisamente de Cheva/Valencia, como expertos gancheros… precisamente seguro que este narrador se refería “al tio Joaquín”… y este paisano con sus casi noventa años cuenta su experiencia así:
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“… Pues sí, yo tengo ahora 84 años pero cuando era un crío estuve de “utillero” (niños que se dedicaban a llevar los “hatos” de los gancheros y a ayudar en todo lo que podían al “cuadrillero” y al “guisandero”) con los de las maderadas. Estábamos en estos menesteres 3 ó 4 críos en la “compaña” (cuadrilla), que la mitad del tiempo andábamos jugueteando y la otra mitad trayendo ramas y leños para hacer la comida y para echar fogatas para que los hombres, los gancheros, cuando regresaban del río se secaran. Llegaban, los más, chorreando de agua a las parideras, chozas o cuevas, pues cualquier cubierto valía para pasar la noche la compaña. Se mojaban, no ya por que se cayeran al río, sino por la humedad en suspensión, esa neblina que se levanta en los rápidos y chorreras, moja mucho.Caerse, caerse, casi nunca, ya tenían mucha experiencia y pasaban por encima de los maderos deprisa sin detenerse, pues si se paraban es cuando les daba la vuelta el árbol y caían al agua. Por la noche se hacían grandes hogueras, como decía, para que se secaran y calentaran los gancheros, después secos o medio mojados se ponían a dormir en “camas” hechas con cuatro bujes (boj) en el suelo y tapados con una manta. A veces se juntaban tres o más, ponían una manta debajo y se tapaban con las otras dos, así guardaban más el calor.
El guisandero, cocinaba gachas en sartenes grandes, para unos 14 o 16 hombres, ó judías, en ollas que “bailaban” en el mucho caldo con poca sustancia. Patatas con caldo que cuando se les echaba una “raspa” decíamos que eran con pescado. Desayuno, un trozo de pan tostado a la lumbre para los chavales y el guisandero te regañaba por que le estropeábamos la fogata. ¡Hay que joderse, que tiempos!.. Para la comida, como éramos muchos, si espabilabas aún podías sacarle a la olla cuatro o cinco cucharadas por comida, eso y un cantero de pan y ya estabas aviado hasta la cena. Los “roperos” (señores que traían y llevaban la ropa), portaban al pueblo las mudas de todos los que íbamos en la cuadrilla. Nos cambiábamos la muda cada 15 días.

Me acuerdo algunas veces, en invierno, tener que cambiarme de muda al aire libre, por que mi hermano me obligaba, te quedabas en porretas, helando ¡huy copón que frío! Cada uno tenia su talego. Se los daban a las mujeres de cada uno para que las lavaran y cuando volvían los roperos a la compaña les traían, además de la ropa limpia, algo de comer de sus casas a los hombres (güeñas, tocino, si había suerte, bacalao sardinas saladas….) eso lo tenían que administrar.

Había también a modo de economato que el dueño de la maderada ponía de vez en cuando, cogías lo que querías de él, pero luego te lo descontaban del jornal. Yo recuerdo pasar noches de invierno por Tragacete, en todo lo alto de la sierra, nevando toda la noche.

Yo no sé cómo aguantaban tanto los hombres, no es de extrañar que luego no vivieran tantos años. Los hombres a los 50 años ya estaban hechos unos cascajos. La compaña la mandaba un “cuadrillero” (capataz). Las cuadrillas eran de 14 o 15 hombres y 3 o 4 chavales, como ya os he dicho y en cada maderada había varias, pero las más significadas eran la cuadrilla “lantera” (la primera, la de adelante) y la zaguera (la última, la de la zaga).

Los gancheros se conocían el río Tajo, el Júcar, Guadiela, Escabas, etc. danzaban mucho. Había muchos que eran Chelvanos (de Chelva, Valencia), pero los más procedían de las comarcas de por aquí, de las sierras de Guadalajara y Cuenca, pero de donde más, de Priego. Ya se sabían las “covachas” (cuevas pequeñas) y las viseras y entrantes de piedra, a veces se hacía pared con bujes para resguardarlas más.
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En épocas de mucho llover, ¡mecagüen la leche! Siempre medio mojado. Íbamos mal calzados y en invierno yo tenía los pies llenos de sabañones que por la noche me picaban como un rayo, me rascaba mucho y no me dejaban dormir, ni a mí ni a mi hermano ni al otro, pues dormía yo entre ellos. Algunas noches me pillaba mis pies entre los suyos para que no me moviera tanto. Lo que era de admirar eran las construcciones con la misma madera y las rampas que hacían cuando no había mucha agua o cuando rompían los rápidos... La noche se fue metiendo y después de un ¡hasta mañana, si Dios quiere! nos fuimos “cada mochuelo a su olivo”.
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Yo también quiero dar las gracias a “Juan” narrador de esta historia por estas charlas, para que las generaciones venideras sepan de cómo se vivía antes y no se olvide.
Gracias también por recordarnos otros tiempos donde la mayoría de la gente, como él ¡las pasaban putas, pero en los campos se oía cantar!. (eso es lo que dice mi padre, … que no se dejaba de cantar, aunque la gente trabajara al máximo, y cualquier rincon del campo o del río estaba siempre con gente cantando)….

Esto nos hace reflexionar y estar más contentos con lo que el devenir nos ha deparado a los de ahora. Gracias de verdad a todos los que, en tantas generaciones pasadas, fuisteis héroes anónimos, sobreviviendo y encima, echando para adelante a vuestras familias.


1 comentario:

nadicsa dijo...

¡ME ENCANTA TU BLOG!
¿SABES DONDE SE CELEBRA ESTE AÑO LO DE LOS GANCEROS? EL AÑO PASADO ME PARECE QUE FUE EN PERALEJOS, PERO NO PUDE IR, Y ME GUSTARIA VERLO, DEBE DE SER BONITO