Laguna de Taravilla

La Laguna de Taravilla, o también llamada Laguna de la Parra, se encuentra distante de la localidad que le da nombre unos 9 kilómetros, la misma distancia que la separa del Puente del Martinete, en las proximidades de Peralejos de las Truchas.

Es a este lugar donde nos desplazamos para realizar esta caminata, que no encierra dificultad en cuanto al relieve del recorrido, todo pista en bastante buen estado, en la que solo encontramos repechos, unos más empinados que otros, aunque sí es larga, 18 kms ida y vuelta.

Desde que llegamos al puente, enormes bloques de roca nos dan la bienvenida. Nos acompañarán la mayor parte del recorrido. Es el entorno en el que el Tajo se recrea, su obra de siglos en los que ha ido horadando las margas y areniscas y dejando la caliza mas dura para nuestro deleite y admiración.

A veces las paredes rocosas son enormes, alcanzando alturas de cuarenta o cincuenta metros, formando lisas bóvedas en las que el eco repite el cantar del río en su discurrir entre piedras y follaje.

Otras, en las cimas de las colinas, aparecen formas caprichosas, un tormo, una mole, una covacha que sigue a otra...

Cuando llevamos caminando aproximadamente una hora, el río se encajona en un profundo barranco de roca y pinos.

Es una imagen inolvidable. El verde de las aguas se vuelve espuma blanca, precipitándose entre rocas, en fuerte corriente que en ocasiones se oculta en la espesura. Otras se remansa, casi se detiene, profundo, cristalino, un espejo en el que se miran las grises paredes.

Junto a la pista la vegetación es muy variada. Encontramos, además de los pinos, quejigos, avellanos, bojes, majuelos, zarzas, y una gran variedad de flores. Unas pequeñas florecitas malvas se alinean en las orillas. Abundan las margaritas, de las que en esta época solo queda el botón amarillo y alguna que otra dispersa. También encontramos bolitas del orégano, dedaleras, globularias, guijas, orquídeas silvestres...

Poco a poco nos vamos separando del Tajo y entrando en un espeso pinar, en el Estrecho del Hornillo. La pista aquí da vueltas y revueltas, salvando los barrancos, y camina despacio hacia su destino. Al fondo se dibuja un picacho semejante a un enorme montón de trigo. Seguimos subiendo, ahora hace calor, y la cuesta se resiste.

Pronto reconocemos los cortados vecinos al Salto de Poveda. Ya estamos en la zona de la laguna, y eso nos anima a pesar del calor que se ha presentado sin esperarlo.

Casi por sorpresa, la laguna aparece a lo lejos. Su imagen no dura mucho, se oculta en el pinar y los cerros de los alrededores.

Al poco vemos las chorreras que vierten sus aguas hacia el Tajo, o más bien las oímos, solo alguna se deja ver, el resto se oculta entre la maleza y los árboles.

Es un dique natural, una enorme tobera que aumenta con el paso del tiempo y detiene la masa de agua azul de la laguna... rodeada de carrizo.

El origen de esta laguna, como tantos otros en la zona, se debe a la filtración de las aguas de lluvia en los relieves calizos de estas montañas. La reunión de estas filtraciones forman acuíferos, que precipitan el carbonato cálcico que contienen las rocas calizas, surgiendo sus aguas cargadas de esta materia que va depositandose formando las tobas.

La laguna se alimenta de las aguas de uno de estos acuíferos. Es por esto una laguna rica en cal, y también rica en vida acuática. Se rodea de un anillo de carrizo, que cobija azulones, pollas de agua, incluso nutrias. Los más visibles son unos pececitos diminutos, que en forma de banco se aproximan a la orilla. Se mueven veloces, todos al unísono, como hojas barridas por el viento, vienen y van, saltan, se amontonan... Son casi transparentes, si nos detenemos a observarlos podemos ver su espina, como una linea oscura en el centro de sus frágiles cuerpecitos.

Todo lo que observas te hace meditar en la riqueza de este lugar. No solo impresiona la belleza del paisaje, sino también la vida que contiene, la enseñanza que transmite, y la paz que se respira te hace olvidar el calor de la subida.

Aquí corre un aire suave, la hierba es fresca, hay sombras y bajo un quejigo te puedes tumbar a descansar, mirando al cielo. … Será, seguro, una verdadera delicia.

Entre hierba alta y tierna surgen multitud de zarzas, ahora en flor, y entre ellas, preciosas crupinas, moradas, elegantes, en medio del verde uniforme que configura el entorno.

Volvemos por la misma pista que trajimos. Ahora el Tajo parece diferente, las sombras de las altas paredes cambian su color. Es una oscura serpiente que se desliza retorciendose. Los pinos dan sombra a la pista, y el sol ilumina las rocas que esta mañana estaban en sombra. Cada momento del día es diferente. Cada momento es especial en este hermoso paraje.

Esquema y comentario de ruta

El trazado de esta ruta es muy sencillo.
Tomamos una pista que aparece señalizada junto al Puente del Martinete, próximo a Peralejo de las Truchas, y discurre paralela al cauce del río por su margen derecha. No la dejamos en ningún momento hasta llegar a la laguna. El regreso se realiza por el mismo camino.

Esta ruta se puede hacer lineal, siguiendo la pista que traemos y que continua hacia Taravilla, evitando con ello repetir el recorrido. Para ello necesitamos un coche de apoyo que nos espere en la confluencia de esta pista con la carretera que une Poveda de la Sierra con Taravilla.

SUGERENCIA
Continuando unos cinco minutos por la pista podemos contemplar una magnifica panorámica del Salto de Poveda.


ruta y comentarios recogidos de @andaduras.com



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.Leyenda del lago de Taravilla

Una tarde de septiembre de 1528, bajo una imponente tormenta, llamó a un albergue perdido en el monte, un noble caballero. Sus vestidos eran lujosos, y el ventero, después de inspeccionar por la mirilla de la puerta abrió complacido.

El recién llegado pidió lumbre para secar sus ropas y permiso para meter en la cuadra a su caballo. Como la tormenta no cesaba y la noche se echaba encima, decidió alojarse allí; mandó que le prepararan una buena cena y una habitación para dormir.

El ventero, imaginando que el caballero sería algún gran personaje extraviado en el monte y con sus bolsillos repletos de escudos, determinó apoderarse del oro, ya que a un rincón tan intrincado del bosque nadie le habría visto entrar. Le sirvió la cena lo más rápido posible, y sin cambiar palabra con él para que ,sin ninguna distracción, se retirara inmediatamente a su aposento.. El dueño de la posada, se despidió para acostarse, se metió en su cuarto, buscó un afilado cuchillo, y con gran agitación esperó a que su huésped estuviese acostado.

Escuchó un rato sin percibir el menor ruido, y sabiendo que ya con certeza el caballero dormía, abrió con cuidado la puerta, se lanzó sobre el lecho y clavó repetidas veces el arma sobre el infeliz durmiente. El asesino cuando comprobó a la luz de una bujía que el hombre estaba muerto, registro sus ropas, hallando en ellas varias bolsas de oro.

El hostelero se sintió feliz, varias veces contó las monedas y finalmente las puso en lugar seguro, metió a la víctima, rápidamente, en un saco lleno de piedras y cosido, lo cargó y lo transportó hasta la cercana laguna de Taravilla, la cual creen sin fondo y comunicada con la Muela de Utiel por abismos subterráneos.


Vuelto a casa, el criminal borró toda huella del crimen, se acostó satisfecho y durmió toda la noche. Al día siguiente, como no encontró el cuchillo, se inquietó con el pensamiento de que lo hubiese dejado clavado en el muerto y de que el arma llevaba grabada en la hoja su nombre y apellidos. Pero se tranquilizó pensando ¿quién podría verlo nunca ?, podría vivir tranquilo, ningún humano había llegado jamás al fondo del lago.

Pasados unos meses, una negra noche, un fuerte temblor de tierra se dejó sentir en la comarca, abriendo las entrañas de la Muela de Utiel, lo que hizo que bajaran las aguas del lago de Taravilla, finalmente desaparecieron en las entrañas de las simas y el lago quedó seco. Acudieron a contemplarlo los vecinos de los pueblos de alrededor y descubrieron un saco abierto por algo cortante y un cadáver con un puñal en la mano, ese puñal llevaba el nombre del hostelero grabado.

La noticia se divulgó rápidamente, y el asesino al verse descubierto, antes de ser detenido, se ahorcó de una viga.

Semanas más tarde las aguas comenzaron a llenar de nuevo el lago. Desde entonces se ha repetido varias veces el fenómeno, y los vecinos creen que las aguas se retiran cuando el lago esconde algún secreto, y vuelven a aparecer cuando se le ha dado al cadáver cristiana sepultura.

1 comentario:

Isidre Monés dijo...

Compañero, para mi, que tengo previsto acercarme en un mes a Peralejos, y en alusión a aquella vieja película del Antonio Molina (tambien de gran Señorío) te digo que "este blog es una mina"
Y abusando, ¿que sabes de la laguna del Tobar?
Gracias por la información y por las fotos.
Un enamorado del Alto Tajo y de Sigüenza.